Receta para robarle el corazón al Dr. Farel novela completa -
Capítulo 111
Era posible que fueran las familias de los trabajadores, pensaba Evrie en silencio mientras observaba.
No eran pocos los que venían a ganarse la vida, muchos con sus familias a cuestas. Parecía que esta zona también estaba bastante animada.
…
Por la tarde, Leandro la llevó en su coche a pasear por los puntos turísticos de la ciudad: el Cerro del Cristo, la gran Catedral, y el pintoresco pueblo en la cumbre del Cerro del Diablo.
Las construcciones eran emblemáticas del estilo de Brasil, con su arquitectura que parecía tocar el cielo, palacios blancos como la nieve, puros e impecables, sagrados, majestuosos, impresionantes.
Cada ladrillo y cada detalle arquitectónico desbordaba un encanto exótico, inalcanzable.
Evrie quedó fascinada, y sin darse cuenta tomó muchas fotos con su celular; esas eran las verdaderas joyas arquitectónicas representativas de Brasil en su corazón.
Era lo que ella anhelaba.
Leandro notaba su entusiasmo y su mirada se suavizaba. Sus ojos y su sonrisa revelaban su alegría.
—¿Te gusta? —preguntó.
Ella asintió, asintió con la cabeza y sus negros ojos brillaron intensamente.
—Es la primera vez que veo estas construcciones en persona, antes solo las había visto en fotos de libros. Estar aquí es como vivirlo en realidad, es una sensación de inmersión total.
La mirada de Leandro era cálida y amable. —Si te gusta, ¿hay algún otro lugar que quieras visitar? Te puedo llevar.
Evrie negó con la cabeza. —Quisiera quedarme aquí un rato más.
—Está bien, te acompañaré.
Evrie tocaba las paredes exteriores de los edificios con reverencia, como si fuera una devota, deseando recordar cada detalle y cada rincón de este lugar.
Era tan exquisito, tan sagrado.copy right hot novel pub
No fue hasta que el sol de la tarde iluminó la estatua de Cristo en la cima dorada del Monte Judío que Evrie y Leandro dejaron a regañadientes la zona turística.
De camino al hotel, atravesaron una calle llena de puestos de comida, donde Leandro aparcó el coche para que ambos pudieran pasear. Compraron varios antojitos y conversaron alegremente de regreso al hotel.
Evrie se sentía realizada y feliz después de un día completo de nuevas experiencias.
Leandro le explicó que aún estaban preparando la documentación inicial en la obra y que tomaría algunos días más antes de comenzar la construcción. Le sugirió que aprovechara ese tiempo para relajarse y conocer más sobre la cultura y costumbres de Brasil, lo que sería beneficioso para su trabajo a futuro.
Era una fase de adaptación.
Evrie asintió obediente. —¿Hay algo más en lo que pueda ayudar?
Se sentía un poco incómoda, como si solo estuviera disfrutando de su tiempo en Brasil.
Leandro sacó un diseño y planos de construcción de su maletín y los entregó a Evrie.
—Estos son los planos finales de la construcción. Puedes estudiarlos para que cuando empiece la obra, estés lista para supervisar y aprender en el sitio.
Ella tomó los documentos como si fueran un tesoro y asintió con determinación.
—¡Sí, haré mi mejor esfuerzo!
—Bien, ¡ánimo! —Leandro sonrió alentándola.
Evrie, emocionada, le prometió con seriedad:
—Maestro, gracias por darme esta oportunidad y por guiarme con tanta paciencia. Progresaré rápidamente y algún día, diseñaré mi propia obra firmada que te hará sentir orgulloso.
Leandro se detuvo un momento, su mirada oscureció brevemente, pero pronto se desvaneció.
—Creo en ti, sé que diseñarás algo que me satisfará.
…
De vuelta en la suite del hotel, Evrie estaba agotada. Dejó los planos a un lado y decidió tomar un baño.
—Buzz, buzz—
Su teléfono vibró inesperadamente.
Miró la pantalla y vio un mensaje de Farel.
[Sube, 1603]
¿Era ese su número de habitación?
Hoy, definitivamente, se daría un largo baño en esa tina.
Farel esperó durante mucho tiempo, pero Evrie nunca subió. Intentó llamarla varias veces, pero ella no respondió. El estado de ánimo de Farel se volvió instantáneamente sombrío.
Farel había visto desde la ventana del hotel cómo ella charlaba con Leandro en la piscina, con gestos de cariño y cercanía que parecían de enamorados.
Nunca me imaginé que llegaría el día en que ni siquiera atendería el teléfono.
Al recordar la sonrisa radiante que ella había mostrado hace un momento, el rostro de Farel se ensombrecía más y más.
—Toc, toc——toc, toc——
Evrie estaba disfrutando de un baño cuando, de repente, oyó que alguien tocaba a la puerta.
Afinó el oído por un instante, pensando que sería ruido de los vecinos, y no le dio importancia, siguiendo con su baño relajante.
—Toc, toc——toc, toc——
Los golpes en la puerta continuaron y, esta vez, el sonido era más fuerte.
Su corazón se aceleró, preguntándose si Farel había venido a buscarla.
—Toc, toc——
La insistencia en la puerta no cesaba.
Evrie se apresuró a salir de la tina, se envolvió bien con un albornoz y caminó hacia la entrada, comprobando que los golpes venían de fuera de su puerta.
Miró por la mirilla y, efectivamente, era la cara seria y sombría de Farel.
Preocupada por el escándalo que pudiera armar, Evrie se apresuró a abrir.
—Clic— resonó al abrir la puerta y la imponente figura de Farel se presentó ante ella, opresiva y dominante.
Evrie tragó saliva, retrocediendo instintivamente un paso.
—¿Así que no contestas el teléfono ni abres la puerta? ¿Te has vuelto valiente, eh?—
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