La voz fresca y agradable de una mujer se coló en el ambiente—Disculpa la tardanza, encargué una torta y me retrasé.—

Berto se detuvo en seco, cambiando a un tono cortés.

—Señorita Olivia, ¿cómo va a llegar tarde? Más bien, me tomaste por sorpresa con la torta.—

Olivia, sonriendo con calidez, presentó su regalo—Es sólo un detallito, nada del otro mundo, feliz cumpleaños.—

—Gracias, busca un sitio para sentarte.—

Ella echó un vistazo alrededor y, natural como la brisa, se dirigió a la esquina más apartada para sentarse junto a Farel.

—No te molesta que haya venido, ¿verdad?— preguntó con un pestañeo coqueto, —Solo pensaba que como nos casaremos pronto, quería integrarme más en tu vida, conocer a tus amigos.—

Farel respondió con indiferencia—Si a ti te gusta, está bien.—

Aliviada por su falta de oposición, Olivia se sentó con tranquilidad.

En la sala privada algunos jugaban a las cartas, otros cantaban karaoke y algunos más preparaban las velas para cortar la torta.

Cuando todo estuvo listo, apagaron las luces y pusieron música para que Berto soplara las velas y pidiera un deseo.

La penumbra llenaba la habitación, mezclada con las risas y las bromas de los hombres.

Es verdad que los hombres son niños eternos.

Llegó el momento de cortar la torta y Farel también se levantó, como si quisiera mantener distancia de ella.

El usualmente sereno Dr. Farel se involucraba ahora en el bullicio, cortando la torta.

La gente lo tomaba a broma y el ambiente se caldeó con alegría.

Olivia se quedó sentada en el sofá de la esquina, sus labios dibujaron una sonrisa sarcástica.

Qué calor del momento ni qué ocho cuartos, solo estaba evitándola.

Ella no se ofendió y aprovechó el tenue resplandor para arrojar sigilosamente una pequeña pastilla en la copa de Farel.

Cuando los hombres terminaron su diversión y las luces volvieron a encenderse, cada cual retomó su entretenimiento.

Olivia agitó su copa y se acercó a Farel.

—Pensándolo bien, pronto nos casaremos y aún no me has presentado a tus amigos.copy right hot novel pub

¿Qué tal si hoy aprovechamos el cumpleaños de Berto y brindamos con ellos?—

La mirada de Farel era distante, le echó un vistazo.

—Hoy no eres la protagonista, no robes la atención.—

Olivia sonrió con algo de autodesprecio.

—Solo busco una excusa para beber contigo, ¿tan difícil es?—

—¿O es que por ese tal Evrie no piensas tratarme bien nunca?—

Farel frunció imperceptiblemente el ceño.

Miró la copa en sus manos—¿Realmente quieres que beba?—

Olivia levantó las copas chocándolas suavemente, presentándolas ante él—¿Si te pido que bebas, lo harás?—

Farel no dijo nada, tomó la copa y la llevó a sus labios.

Justo cuando iba a beber, se detuvo un instante.

Levantó la mirada clara hacia Olivia, pensativo.

Olivia sintió un nudo en el estómago al encontrar su mirada, y desvió la suya bebiendo su copa primero.

—El trago está muy bueno.—

Farel esbozó una media sonrisa y sin decir palabra, vació la suya de un trago.

Cuando ella vio que tomó toda la copa, su corazón comenzó a latir con fuerza.

Y más aún con un trago tan fuerte.

Alcohol y pastillas, doble garantía.

Una vez que Farel estuviera ebrio, esperaría a que el efecto hiciera su trabajo.

Como se esperaba, media hora después Farel empezó a parecer desencajado, su mirada se volvía turbia.

Olivia, viendo que era el momento, se acercó y dijo—Pareces borracho, déjame llevarte a casa.—

Farel se apartó, su voz era un grave murmullo—No es necesario.—

—Pero si tienes los ojos rojos, necesitas descansar. ¿O prefieres que llame a tu papá y que mande a alguien por ti?—

Olivia jugaba su última carta.

Federico y Victoria les habían ordenado llevar una relación sana y fortalecer sus lazos.

Si se enteraban de que Farel rechazó la ayuda de Olivia, quién sabe qué le reprocharían.

Finalmente, Farel *cedió*.

Se llevó una mano a la frente, ocultando su irritación.

—Iré al baño y luego nos vamos.—

Con una sonrisa triunfante, Olivia supo que había aceptado.

Había logrado su objetivo, así que no presionó más; en cambio, se relajó y se sentó obediente en el sofá a esperarlo.

—Bueno, aquí te espero, pero no me hagas esperar mucho, ¿eh?—

Farel no dijo nada, se levantó y salió por la puerta.

Todavía se balanceaba al caminar, como si apenas pudiera mantenerse en pie.

—Ven, tráeme una medicina.—

—¿Qué medicina?—

—Una para calmar las ganas.—

……

Evrie había estado jugando toda la noche y le zumbaba la cabeza.

Al salir del baño, no tenía ganas de volver a la sala de juegos y decidió apoyarse en la pared del pasillo para encontrar algo de tranquilidad.

—Tum-tum— resonaron pasos inestables hacia ella.

Evrie, instintivamente, levantó la vista y se quedó sin aliento al ver a la figura que se acercaba.

Sus pasos eran erráticos, como si le costara mantenerse de pie.

Evrie se quedó sin respirar, con los pies clavados en el suelo.

Sus miradas se encontraron.

Farel entrecerró los ojos, que parecían aún más rojos.

Hacía tanto tiempo que no la veía.

Estaba casi al borde de la locura.

El efecto del alcohol y la medicina subían al mismo tiempo, y su mente no estaba clara, o quizás estaba más lúcido que nunca.

Farel la miró fijamente por unos segundos, tomando valor gracias al alcohol.

Y luego, caminó directamente hacia Evrie—

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